Algo que yo mismo he vivido y sufrido, y que también observo en otras personas en la conversación, o al hablar con ellas, es el continuo bombardeo de ideas expresadas en forma de estrés mental y malestar, y que también merma otras funciones cerebrales como la memoria o la capacidad de aprendizaje.
Todas estas ideas surgen del propio tejido encefálico neuronal. Algunas voluntariamente, otras por asociación, y la mayoría desde el inconsciente sin ninguna relación aparente, siendo este el sistema dominante (Daniel Kahneman). Vemos por tanto que, a pesar de la gran evolución del ser humano respecto a otros animales, no siempre somos dueños de nuestras ideas y pensamientos, pues surgen desde el inconsciente, tienden a asociarse y, además, están condicionados por la cultura, creencias, experiencias propias o heredadas, intereses, etc., cuando no directamente “manipulados o inventados” por nuestro propio cerebro con la buena intención de adaptarse a las circunstancias y sobrevivir: (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/10682402/).
Por tanto, sufrimos en base a nuestros pensamientos, y es por este motivo que suele decirse que “somos lo que pensamos”, aunque en mi opinión esta frase no es del todo precisa; mejor sería: “sentimos como pensamos”. El problema es que, como hemos visto, los pensamientos no siempre son reales, objetivos, ni adaptados a las circunstancias, y a este “problema” hay que añadirle que el cerebro tampoco diferencia muy bien las imágenes visualizadas de las reales. Es decir, con la imaginación también sufrimos, y muchas veces pensamos e imaginamos sobre la peor situación, porque evolutivamente estamos diseñados así: el ser humano se desarrolló en un entorno físico hostil con muchos peligros (la sabana), y solo aquellos que imaginaron-visualizaron lo peor y pudieron adelantarse a los acontecimientos sobrevivieron.
Llegado a este punto, es necesario explicar que cuando por el motivo que sea, centramos nuestra atención en un pensamiento real o imaginario que desencadena una emoción negativa, y nos enganchamos de manera cíclica y repetitiva a él, esta experiencia se va acumulando en nuestra memoria en forma de conexiones neuronales (sinapsis), vinculándose a otros estímulos o experiencias, aumentando cada vez más el sufrimiento y haciéndolo más complejo.
¿Cómo romper este ciclo de pensamientos y sufrimiento?
Simplemente conectándote con el momento presente, con el aquí y el ahora, usando la focalización de la atención sobre el lugar en el que percibes tu respiración: las fosas nasales, el pecho o el movimiento de la barriga, etc. También puedes hacerlo conectando con otros estímulos que estén en tu entorno, como el canto de los pájaros, el ruido del mar, etc.
Mi consejo: acuéstate boca arriba en un lugar en el que sepas con seguridad que nadie va a molestarte. Deja que el cuerpo se vuelva pesado, siente cómo late el corazón sin que tú lo ordenes, siente libremente tu respiración sin que la controles y centra tu atención en el aquí y en el ahora; en tu respiración. Cuando lo hagas tu mente te saboteará, te pondrá mil impedimentos y excusas y te surgirán ideas que te despistarán de tu tarea. No te frustres, no te culpes, y con todo el cariño y la comprensión del mundo, vuelve a llevar tu atención al momento presente, a tu respiración o al estímulo que hayas elegido. Cada despiste es una nueva oportunidad para trabajar la atención. Agradécelo.
Buda Gautama decía: “Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge de nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos construimos el mundo”. Yo ni confirmo ni desmiento. Sí puedo asegurarte que “sentimos como pensamos”, y que también somos lo que comemos, el ejercicio que hacemos, los amigos que tenemos y nuestros hábitos. Reflexiona también sobre estos puntos.
Te dejo el enlace a dos vídeos interesantes respecto a este tema. El primero sobre el concepto budista de “mente de mono” (https://www.youtube.com/watch?v=VQQ-Y_dmLFU), y el segundo a una meditación guiada basada en los conceptos sobre el momento presente de Eckhard Tolle ( https://www.youtube.com/watch?v=LY0kV7Pn-Zw ).
Te deseo lo mejor. Tú puedes.
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