El trasplante de células madre sanguíneas es el tratamiento anticancerígeno más usado para la leucemia. Una vez realizado, y en el caso de que el paciente reciba células sanguíneas no propias, al trasplantado le puede sobrevenir una complicación conocida como “enfermedad de EICH o de injerto contra huésped”, que consiste en que las células inmunes trasplantadas toman al cuerpo del receptor como extraño, atacándolo.

La mayoría de los casos de EICH remiten con el tiempo, sin embargo en algunos pacientes el cuadro puede cronificarse, empeorando cada día las condiciones del paciente, e incluso en el peor de los casos, llevarlo a la muerte.

El EICH viene siendo tratado con inmunosupresores, antiinflamatorios, antibióticos de amplio espectro y en algunos casos con fotoaféresis, mientras que las guías nutricionales se recomienda no intervenir con probióticos, por posible riesgo de infección. Respecto a este último aspecto, son varios los estudios que en los últimos años apuntan en el sentido contrario, contando cada vez con más respaldo científico.

La toma de antibióticos de amplio espectro reduce significativamente la cantidad y variedad de bacterias intestinales, y la función de éstas no es solo la digestión y absorción de nutrientes, sino que su variedad y cantidad también son necesarias para una buena tolerancia del sistema inmunológico. Con este razonamiento se están llevando a cabo actualmente intervenciones con probióticos en pacientes con EICH con buenos resultados.

El primer obstáculo que se debe salvar tras el trasplante, es la posibilidad de una infección, y por ello, de manera preventiva se pautan antibióticos de amplio espectro. Esto, en un principio, aumenta la supervivencia del recién trasplantado con unas defensas inmaduras, pero quizás no sea tan beneficioso a largo plazo, porque está demostrado que los antibióticos, especialmente los de amplio espectro dañan las barreras intestinales, la microbiota, y contribuyen a generar patología autoinmune: (https://gut.bmj.com/content/62/11/1591.full), (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22109896), (https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872016000700013), (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23828891).

Estudios experimentales sobre el EICH, el estado de las barreras intestinales y la microbiota, apuntan a que controlar estos factores es importante para atenuar el proceso: (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4996265/), (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/m/pubmed/28576475/), (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5114486/), (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/?term=29449660)

Por tanto, vemos que existe relación directa entre el inicio y el desarrollo de la enfermedad de EICH, y el estado de las barreras intestinales y la microbiota, por lo que una intervención con antibióticos de amplio espectro de manera prolongada podría causar efectos contrarios a los deseados y buscados, e incluso algunos estudios apuntan a que una mayor diversidad y cantidad microbiana controla y protege al huésped antes posibles infecciones: (https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1002/evl3.19)

Parece que la compatibilidad histológica entre donante y receptor no es el único factor implicado en los procesos de inicio y mantenimiento del EICH. Quizás debería estudiarse y aplicarse más este nuevo conocimiento sobre el estado de las barreras intestinales y de la microbiota, así como controlar mejor el uso de antibióticos.

Si es tu caso y deseas más información, no lo dudes y escríbeme.

Eulogio J. Díaz Rodríguez. Fisioterapeuta Experto Universitario en Psiconeuroinmunología Clínica.

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